EL OPTIMISMO DEL DIABLO

En mi faceta de currante, hoy me ha tocado experimentar cómo un jefe, jefa en este caso, ejercía su despótica autoridad sobre mi para recriminarme lo mal que trabajo. Tras poner mis argumentos sobre la mesa para tratar de defenderme y dar una explicación, ella puso un razonamiento que aplastó todas mis explicaciones, simplemente, YO SOY LA QUE MANDA Y PUNTO. Desde su posición de mandamás, clavó su tacón de aguja sobre mi cuello, exhibió sus colmillos y desplegó toda su autoridad y prepotencia para decir “esto es lo que hay” Peor aún, es que solapándose detrás de esta jefa, estuvo la sombra de un “compañero” que señaló con énfasis lo que él entendió como un error por mi parte. Quizá esa mano que me señaló luego buscaba una recompensa, una palmadita en el hombro o la confianza y el agrado de todopoderosa jefa. O quizás ambos descargaron sobre mi sus frustraciones y amarguras, porque para tratar a alguien así, hay que estar amargado. Ojalá tuviese yo la santa realización de la perfecta paciencia para encajar estas situaciones sin sentirme mal, pero es que no entra en mi cabeza tanta maldad. Ni la señora Jefa ni el esquirol son ahora blanco de mi enfado ni causa de mi angustia, pero esa maldad, esa picardía y ese despotismo hacen que sienta muy cierta las palabras que ayer un poeta gaditano cantó en el Falla por voz de su comparsa. QUE OPTIMISTA ES EL DIABLO SI CREE QUE PUEDE HACER AL HOMBRE PEOR DE LO QUE ES. Lamento el tono de mis dos ultimas entradas, no son muy alegres.